Unidad
Ella esperaba sentada en una habitación iluminada por la tímida luz de una vela junto a dos sillas vacías. Estaba nerviosa, tranquila por aquella persona a la que ya conocía y que de un momento a otro llegaría para ocupar una de las sillas, pero inquieta por quién ocuparía la otra silla y aún estaba por conocer.
De repente, enfadada, apareció una de las personas invitadas a la reunión y sin dudarlo se sentó en unas de las sillas guardando silencio y conservando la misma cara de preocupación de siempre por todo aquello que le rodeaba. Ya se conocían demasiado bien y en sus ojos pudo leer como la recién llegada le preguntaba sin palabras por la que aún estaba ausente. Con una mirada un tanto maternal le respondió que tuviera paciencia, que llegaría, pero antes tenían una conversación pendiente.
- Sé que las cosas no han salido como esperabas, que lo has hecho lo mejor que has sabido. No te castigues más porque gracias a tus errores yo he aprendido y ahora soy lo que ves gracias a ti. No estoy tan mal como piensas y sé que ahora no eres capaz de verlo, pero todo pasará y volverás a ser como siempre pero un poco más mayor, más segura y más eficaz en todo lo que hagas. Soy tu viva imagen y todo lo que ves es el lugar al que vas a llegar. Sigue adelante y cambia esa cara. Estas horrible cuando la arrugas y preciosa cuando sonríes, lo dice todo el mundo y también te lo digo yo, que te conozco mejor que nadie. Sé lo que estarás pensando ahora mismo, porque yo estuve dentro de tu mente un día, hace mucho tiempo y sé que diga lo que diga, no vas a creer nada de todo cuanto has logrado, pero lo bueno de todo esto es que lo vas a ver y dentro de un tiempo serás tú la que este en mi lugar diciendo exactamente lo mismo que te estoy diciendo yo a ti ¿Sabes? Te entiendo perfectamente, yo también estoy intranquila, preocupada.... y eso que ella aún no ha llegado. El miedo es algo que nos caracterizará siempre, pero también la valentía de saber afrontarlos, solo quiero que sepas que te perdono, lo hago siempre y lo seguiré haciendo, no seas tan dura contigo misma y....
Sin haber terminado su discurso, la puerta se abrió como si en lugar de una persona entrase un huracán. Era increíble. Su forma de andar pisando como si fuera a romper el suelo, pero con una delicadeza envidiable, su carisma, sus gestos, la tranquilidad que era capaz de transmitir y el nervio que sabía que llevaba por dentro, la madurez que no intentaba sustituir su espíritu infantil. Toda ella era la visión de todo lo que ambas querían ser. Solo le bastó decir "Ya estoy aquí" para sobrecogerles.
Un silencio raramente acogedor se adueñó de la habitación, no hacían falta velas, la nueva huésped la iluminaba por completo. Ninguna de las dos residentes eran capaces de mediar ni una sola palabra, necesitaban escucharle con toda la atención y ella se dio cuenta, por lo que no tardó en empezar a hablar.
- Y aprende a perdonarte. Ese era el final de tu frase, supongo. Es algo que también quiero recomendarte a ti porque sigues sin hacerlo. Vosotras, a diferencia de mí ya tenéis una historia, una trayectoria hecha. Yo aún soy incierta y dependo única y exclusivamente de vosotras. El ayer ya es historia, el hoy se esta escribiendo....pero ¿yo? Solo soy los frutos de lo que tu escribas hoy. Lo que ves de mí es una imagen de lo que vosotras queréis ser ¿pensáis quedaros aquí quietas discutiendo sobre lo que ya no se puede cambiar? Salid fuera, y dejad de ir por separado por el mundo. Ella forma parte de tí y tu sin ella no habrías llegado hasta aquí. No os lamentéis más, no discutáis sobre las malas decisiones, seguid apoyando las buenas y llegad a mí, luchad por mí porque yo os estaré esperando para ser una sola. Lo que fue, lo que es y lo que será. Todo junto y trabajando en armonía.
Con la misma fuerza con la que llegó, se levantó y se fue llevándose consigo toda esa luz que hacía el ambiente más cálido. Mirándose, las dos que quedaban en el interior, se levantaron a la vez y de la mano caminaron hacia la salida jurándose en silencio que lucharían por ella, que daba igual en qué rincón del mundo se escondiese porque la iban a encontrar y se esforzarían por ser una sola persona. La persona que siempre habían soñado ser pero por la que nunca antes, hasta ese momento, se habían decidido a luchar.
Salieron de la habitación, cerrando suavemente la puerta que apagaría esa única vela encendida, pues ya no les hacía falta, su luz eran ellas mismas.
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