A piel de flor
No me toques con delicadeza si luego vas a apretar en mis
heridas. No admires la belleza de mi naturaleza de lejos si te vas a acercar a mí
para arrancar mis raíces, para ver cómo me seco y muero lentamente en un jarrón
que tú has elegido para mí sin darme opción de preguntarme lo que quiero. No me
deshojes como a una margarita con “síes” y “noes” para tomar tus propias
decisiones. No quieras llevar mi aroma contigo, déjalo conmigo y si quieres
disfrutar de mi sólo acércate a mí, despacio, con cuidado, con delicadeza y
respira suavemente todo lo que tengo que ofrecerte, pero después vuelve por
dónde has venido.
Simplemente, no juegues conmigo porque no puedo defenderme.
No estamos al mismo nivel. Quiéreme, pero de lejos. Reconociendo mi sutileza y
mi salvajismo al mismo tiempo. Observando como mis pétalos se caen pero pueden
volver a crecer con más fuerza, aunque no sean los mismos. Sabiendo que no
tienes que protegerme de la lluvia, porque es lo que me da la vida.
Siéntate cerca de mí en cada puesta de sol, disfruta el
momento y luego vete sin mí, porque mis raíces están aquí. Cuéntame todo de ti porque
pienso guardar tus secretos, tus preocupaciones y tus alegrías, pero no esperes
lo mismo de mí, porque debes de saber que lo único que me consume es el miedo
de no sobrevivir un día más a todo esto. ¿A cuántas personas más tengo que
advertirle de lo frágil que soy? Hoy te lo cuento a ti, pero mañana…. ¿A quién
se lo diré?
Yo seguiré aquí, cuidando de mis pétalos, preocupándome de
que luzcan bellos, buscando la cálida luz del sol y el agua de la lluvia.
Disfrutando de cada día, preocupada de que no me rompan, viviendo dónde
siempre, escuchando las amenazas nocturnas que trae consigo la naturaleza.
Recibiendo a su vez los regalos que ésta misma me ofrece. Pero tú te irás, como
todos los que pasan por aquí.
Caminante, solo puedo desearte suerte en tu travesía, fue agradable
sobrevivir una vez más, esta vez a tu lado. Recuerda que no fuiste tú quien me
protegió de todos los peligros, simplemente me avisaste de ellos, pero las
espinas las puse yo.
Caminante, sigue caminando y no te pierdas en el camino.
Recuerda que encontrarás mil flores más a lo largo del trayecto, pero no hay
dos flores iguales y no todas son capaces de hacerte sentir lo que solo una de
ellas consiguió.
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