La sonrisa de la victoria
Anoche tuve un sueño. Pero no un sueño de esos que cuando
despiertas cae en el olvido y no recuerdas. Tampoco fue un buen sueño, pero no
puedo llamarlo pesadilla a pesar de que uno de mis mayores miedos actualmente, se manifestase en él.
Era un sueño extraño, tan real que calificaría de
premonitorio ¿o quizás solo me estaba avisando de que me protegiera? Fuera como fuese, ese sueño me desveló y me
hizo tanto pensar como sugestionarme durante unos minutos que me resultaron
eternos.
El sueño en sí, es irrelevante, lo único que destaco en él
es la interacción con una persona, la forma en la que nos comunicábamos, como
era capaz de romper todos mis esquemas con frases muy simples y preguntas cargadas
de ironía dañina y burlona dejándome a mí como si fuera el ser humano más
despreciable del planeta.
Solo recuerdo que la
ansiedad me invadía y que, cada una de las lágrimas brotaban de mis ojos fuertes y descontroladas a una velocidad que pocas veces había visto,
me hacían olvidar la simple y mecánica acción de respirar.
Me cuesta pensar en mí como si volviera a ser una niña pero esta
vez tomando decisiones de adultos, decisiones que pienso que igual no me
corresponde tomar….o igual sí. Todo me resultaba tan real que mi cabeza no
paraba de repetirme “despierta, solo es un sueño” y sobresaltada y con el corazón
que poco le faltaba para salir de mi pecho y estallar, por fin desperté
buscando el calor entre mis sabanas arrugadas de tanto movimiento durante la
reproducción de aquellas imágenes en mi cabeza que no me dejarían conciliar el
sueño hasta pasadas las 4:30 de la madrugada.
Tras mucho pensar y darle vueltas a todos los
acontecimientos creados por mi subconsciente, solo pude llegar a una
conclusión: Hay situaciones en la vida que no buscamos, que no elegimos que nos
destrocen, porque hay cosas que no dependen de nosotros sino de los demás, pero
no deja de ser cierto que, aunque haya cosas que dependan del resto, nosotros
elegimos como enfocarlas y qué hacer ante eso que tanto nos daña o nos
inquieta.
La verdad, debo decir que no me costó mucho llegar ahí, lo
que más trabajo me supuso fue volver a cerrar los ojos sabiendo que mi cabeza
volvería a situarme en ese escenario que temía tanto, pero saqué toda la
fortaleza que poco a poco voy reconociendo en mí y decidí enfrentarme a ese ser
que casi destroza por completo mi mente.
Todo volvió a ser como al principio. Esa persona volvía a
comunicarse conmigo, pero yo no le dejé hablar, simplemente hice uso de dos
herramientas que me caracterizan demasiado y me ayudan a enfrentarme a
situaciones de este tipo: la brevedad y la ironía. No pensaba dejarle ver que
por dentro me estaba matando poco a poco, tenía que mantenerme firme e inflexible
ante cualquier acción o reacción que tuviera conmigo.
Clara y concisa, corte todo tipo de comunicación con dicho
sujeto y cuando me cercioré de que ya no podía ni verme, ni sentirme, ni
hablarme, solo entonces caí de rodillas y algunas lágrimas comenzaron a rodar una
vez más por mis mejillas, alegres de aclararme la vista y haciendo del trayecto
por mi cara un breve paseo que finalmente acabarían su recorrido sobre mi
corazón, sanándome todas las heridas del alma. Lo último que recuerdo fue como
me decía a mí misma “Lo has conseguido”.
Tanto mi cuerpo como mi mente se relajaron, y yo seguí
durmiendo plácidamente, reconociendo que ni en los peores sueños perdería el
control sobre mí y sabiéndome fuerte y con una de las sonrisas más amplias y
sinceras que jamás pude apreciar en mi desde hacía mucho tiempo. La sonrisa de
la victoria.
Cada día te expresas mejor, sigue así :)
ResponderEliminargracias! :D
EliminarHombre Marta!¡¡ no sabía de éste blog,me ha alegrado mucho poder leer cosas que expresas tan bien. Sigue así.un besazo
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