Te odio. Te amo

“¿Reconoces ese momento en el que sabes que tienes mucho que decir pero no tienes ni idea de cómo empezar? Pues este es uno de esos momentos incómodos. Lo único que se me ocurre en este momento es empezar contándote mi incertidumbre. No sé realmente cómo funcionan las cosas en el mundo y hasta ahora solo he podido entender que vivo en una contradicción constante. No sé hasta qué punto te quiero y no sé hasta dónde llega el extremo de mi odio hacia ti. Tampoco sé si me haces la persona más feliz del mundo o la más triste del universo, si quiero estar cerca o alejarme por completo, si me estas matando o por el contrario dándome la vida con cada paso hacia delante que das, conmigo o sin mí.

¿Se puede amar y odiar a la vez a alguien? ¿No son antónimos en todos sus sentidos? Puede que lo que diga a continuación te decepcione, pero hace poco, comprendí que lo contrario de amor es indiferencia, no odio. Al fin y al cabo, este último es un sentimiento tan intenso como el amor. Por el contrario, la indiferencia es la ausencia de un sentimiento y tú no puedes serme indiferente, porque te amo, pero también te odio y por todas las razones que aún no te he contado, siento ambas cosas a la vez hacia ti y no me resulta difícil sentirlas.

Por todas las veces que has dado pasos hacia delante sin pensar en nada más que en lo que querías o sentías en ese momento.
Por todos esos momentos en los que seguiste hacia delante a pesar de todo el dolor que pudiste sentir.
Por todo lo que has sido capaz de aguantar sobre tu espalda. Tus cargas y las que no te correspondían.
Por caer, caer, caer, levantarte, volver a caer y aún así no rendirte a pesar de todas las heridas abiertas. Por las que se cerraron y las que están por cicatrizar.
Por todos tus errores. Por las veces que has querido ponerle solución y no has llegado a hacerlo. Por tus virtudes y tus defectos. Por querer y no poder. Por poder y no querer. Por querer imposibles y obviar lo que está pasando.
Por soñar tantísimo en noches de insomnio, cerrando los ojos inocentemente y pidiendo a las estrellas que te concedan tus deseos. Por luchar por ellos hasta el final aunque se supiera el desenlace.
Por todas esas veces que has dicho “no puedo” y has podido. Por tu fuerza y tu debilidad. Por las veces que has tropezado con la misma piedra.
Por todas esas veces que me has amado, pero que también me has odiado.
Por llevarme arrastrando hasta el final cuando todo estaba acabado y no podía levantarme.
Por lo que eres capaz de hacer sentir al resto y por lo que no puedes despertar en algunos.
Por tus risas infinitas, tus muecas de tristeza, tu bondad y tu maldad, tu  perfecta imperfección. Por ser tú y por todo lo que conlleva serlo.

Por todo esto y más, te amo y te odio. Y ahora que ya lo sabes, dame la mano, levántate de una vez, ponte de mi lado y deja de verme como al enemigo, porque si no seguimos caminando en la misma dirección, nos vamos a perder en el camino. Déjame ayudarte a llevar el timón de este barco y navega conmigo en el mar de la incertidumbre, como siempre lo hemos hecho y que esta tormenta no te haga querer tirar por la borda todo lo que hemos construido, porque si no, estas desechando mis sentimientos hacia ti y acabarás siéndome indiferente. ¿A caso quieres eso?”


Sin miedo, sin reparo. Con toda la seguridad del mundo y el valor que pudo reunir en ese preciso instante, se miraba al espejo después de haberse abierto en cuerpo y alma hacía sí misma. Y allí estaba, frente a su reflejo, su amiga y su enemiga al mismo tiempo. Castigándose y perdonándose. Dejando por una vez el mundo a un lado y centrándose en ella solamente, porque la sinceridad no aparece solo cuando hablamos con el resto, también hay que experimentarla con uno mismo para llegar a ser autocríticos y no hay amor ni odio más real que el que siente uno por sí mismo. Es por eso que debemos odiarnos y amarnos en su justa medida.

Comentarios

Entradas populares